El intérprete de "Color esperanza" presentó nuevo CD y compartió con "Río Negro" ese momento.
"La gente me ve feliz. Sí, pero tengo problemas como cualquiera".
El cantante habló sobre sus afectos y esta nueva etapa en la música.
"Río Negro" participó del lanzamiento del disco "Distinto".
Miércoles 18 horas, General Paz y Panamericana. Móviles de televisión, cámaras digitales, un escenario montado para recital. Puesta en escena para presentar "Distinto", último y sólido compacto de Diego Torres. Diez canciones de su autoría en co-producción con Rafa Arcaute, que marcan su acercamiento al rock en el que colaboraron Mala Rodríguez; Kevin Johansen en "Bendito"; y Yotuel en "Cuando No Queda Nada", líder de Orishas, grupo cubano que fusiona hip-hop con son.
Un álbum que ya se ubicó primero en el Latín Pop Chart de Estados Unidos, México y Puerto Rico, con "Guapa", que lleva tres meses encabezando el ranking de radios argentinas.
"Este trabajo marca el nacimiento de una nueva etapa, me llevó mucho tiempo hacerlo, un largo proceso de búsqueda porque quería renovar mi sonido… Trabajé con gente que no había laburado nunca, viví experiencias nuevas. Se me planteaba como un lindo desafío. Tuve grandes compañeros, como Luis Cardozo, uno de mis guitarristas a quien volví un poco loco; El Polaco (Marcelo Wengrovsky), otra de mis guitarras; Gianmarco, gran cantautor de Perú; Noel (Schajris ex integrante de Sin Bandera) y Rafa Arcaute cuyas devoluciones me gustaron", explica ante la prensa.
Diego luce tranquilo, reflexivo, con el humor de siempre, más seguro de los pasos que está dando. Mira directo a los ojos, sonrisa franca, pícara por momentos.
"Yo tuve situaciones de contraste en vida, como fue esa luz tan grande, mi mamá, que se me apagó cuando yo me estaba encendiendo. No es fácil acomodar eso en el cuerpo. Esta profesión exige mucho de la energía de uno, mucho descanso, dormir bien, tener una vida ordenada. Papá está muy frágil de salud, la viene peleando hace tiempo, por eso decidí parar, detener un poco todo, estar cerca suyo. Le hice de chofer, compartí con él cosas que nunca imaginé, el gimnasio, la rehabilitación, el kinesiólogo… Íbamos al club juntos... Y me costó mucho arrancar porque estaba muy feliz con mi función de chofer-remisero. Por más que mi profesión la hago desde hace rato, me cuesta alejarme de mi casa. Ahora estoy de vuelta en el camino y hay que pelearla, ser un guerrero arriba del escenario. Por eso la gente me ve feliz y piensa lo bien que la paso. Sí, ahí estoy muy bien, pero tengo problemas como cualquier otra persona", dice.
–El arte que acompaña tu disco te muestra solo en medio de un paisaje del altiplano...
–La metáfora es, un poco, cuán sólo estamos en las grandes ciudades. A mí me gusta mucho observar, más que ser observado, y veo que en las grandes capitales como la nuestra, Buenos Aires, cada vez nos comunicamos menos, la gente está cada vez más loca. Vivimos en urbes cada vez más violentas. Por eso en el interior hay otro tiempo, de ahí que me gustó vivir en Mar del Plata. Yo disfrutaba como disfruto ahora de ir a comprar el pan cerca del pueblito donde vivo, de ir al almacén y tener ese contacto con personas que cuando me empiezan a conocer y saben qué frecuencia tengo, solitos me empiezan a cuidar. No me invaden. Al contrario, me convidan mate, me regalan unas facturas porque yo les regalé el disco, porque tuve un detalle delicado con ellos. Para mí, esas pequeñas cosas son importantes. El día que pierda eso, habré perdido el termómetro de lo que ocurre en la calle y yo escribo sobre lo que allí ocurre.
–En los agradecimientos finales aflora amor sencillamente declarado. Recuerdos, afecto para tu madre y tu padre, tus hermanos, para Débora (Bello), tus amigos...
–Yo soy un tipo afectuoso, el más chico de cinco hermanos. Fui muy mimado, muy mamero, y como buen pisciano, soy de demostrar el cariño, ahora mucho mejor que antes. Entonces, creo que eso lo manifiesto en los agradecimientos. Soy agradecido a toda la gente que me brinda su amistad, su amor; a mi familia, a mi compañera en la vida. Mi guitarrita, mi piano, mis amigos más queridos; mis compañeros de fútbol de los sábados. Todo eso alimenta una parte muy importante de mi vida y cuando termino una gira necesito colgar un poquito el traje de cantor y volver ahí, a los afectos que me sostienen.
eduardo rouillet
eduardorouillet@ciudad.com.ar
Fuente:www.ciudad.com.ar
miércoles, 2 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario